Buenos Aires posee un patrimonio arquitectónico desconcertante y sugestivo. Las múltiples fuentes de inspiración y la tendencia local a la reelaboración consolidaron en los dos últimos siglos una herencia artística vasta y ecléctica. Este blog pretende mostrar a través de fotografías algunos de esos detalles que suelen escaparse a quien camina sin mirar por donde pasa.

miércoles, 16 de febrero de 2011

Edificio en Avenida de Mayo 825 :: Cafe Tortoni

 

Es el café más antiguo de la Ciudad y los turistas hacen cola para entrar y tomar un cortado o refrescarse con un chopp de sidra tirada. Los flashes de las cámaras rebotan y se multiplican en los enormes espejos biselados que cubren las paredes y la charla animada de la gente se transforma en un murmullo imposible de descifrar, una torre de babel compuesta por una decena de idiomas. El Café Tortoni, un ícono de Buenos Aires, festeja este año festeja sus 150 años. Cuando se fundó el subte no pasaba por su puerta e incluso la Avenida de Mayo aún no había sido trazada. En aquellos años Buenos Aires era una aldea.

El Tortoni nació como la réplica de un bar parisino y su fundador fue Jean Touan, un inmigrante que buscó recrear aquí el espíritu del Tortoni francés, meca de famosos, intelectuales, artistas, escritores y bohemios. Y lo logró. Porque Carlos Gardel, Jorge Luis Borges, Alfonsina Storni, el Rey Juan Carlos de España, Baldomero Fernández Moreno, Juan Rulfo y Leopoldo Marechal, Perón y Evita, Vittorio Gasman, Federico García Lorca, Marcelo T. de Alvear, Juan Manuel Fangio, el compositor Juan de Dios Filiberto, Hillary Clinton y el cineasta Francis Ford Coppola, entre muchísimos otros, se fotografiaron en sus mesas. Y en el antológico subsuelo que entre otras cosas, sirvió de estudio de un programa de radio, escenario de cientos de obras de teatro, sede sustituta de la primera legislatura porteña y de la peña cultural que, entre 1926 y 1943, organizó el gran artista plástico Benito Quinquela Martín: "Aquí nos recibieron con sonrisas, las que habíamos perdido progresivamente en nuestras sedes anteriores a causa de la desproporción entre lo poco que gastábamos y lo mucho que discutíamos", agradeció el pintor.

Y toda la historia está a la vista. Cientos de fotos, obras de arte y artículos de diarios antiguos dan cuenta del pasado y de la transformación que sufrió el Café en el tiempo. Porque lo que fue una peluquería es hoy una biblioteca: "Era usual que hubiera peluquería en los bares. El Jockey y el Club del Progreso también tenían una", cuenta la historiadora Mariana Vicat, que acaba de editar un libro sobre la historia del Café. Todavía está, intacta, la maquina de hacer fomentos. Allí calentaban los paños que colocaban en el rostro de los clientes que iban a afeitarse. Y también sobreviven los mostradores donde trabajaban los peluqueros, pero adaptados y repletos de libros.

"¡Amazing!" exclama el norteamericano William Sansford al enterarse de que donde ahora hay una exposición de lámparas Tiffany, tocaban orquestas de tango. Sansford, oriundo de Texas, paseaba por la Avenida de Mayo cuando su guía "Rough Guide" lo trajo hasta el Tortoni. Antes de sentarse a tomar una cerveza, Sansford curioseó en el salón que mira hacia la calle Rivadavia. "En la guía descatan la boiserie (N. de R.: las placas de madera que recubren las pare des, talladas por ebanistas) y no exageraban", le dijo a Clarín. Hoy ese es el salón para fumadores y la locación más usada para producciones de modas, pero fue la segunda sede del Tortoni.

Porque en realidad el Café Tortoni nació en la esquina de Esmeralda y Rivadavia. Manuel Láinez, director de "El Diario", lo describió como "una modesta casa del ramo". Ahora, en esa misma esquina, está la plaza Roberto Arlt. Para mediados de 1880 el café se trasladó unos metros, ya con nuevos dueños: el matrimonio vasco Celestino Curuchet y Ana Artcanthurry.

Y cuando en 1894 se inauguró la Avenida de Mayo, el café terminaría por delinear su perfil definitivo. Sus propietarios decidieron extender el local hacia la avenida y contrataron a Alejandro Christophersen para que haga la obra. El arquitecto belga, que pocos años después construyó la Iglesia Ortodoxa Rusa -en Brasil al 300, frente al Parque Lezama- le puso su firma a un edificio de arquitectura eclecticista. Antes hubo que derribar la iglesia presbisteriana de San Andrés, conocida como el templo escocés. "Fue el primer bar de la Ciudad que puso mesas y sillas en las calles. Una costumbre parisina que sufrió una variante: en Francia se colocaban alineadas con el frente del local, pero aquí se pegaron al cordón", explica Vicat. Ahora ya no hay mesas en la vereda. Y el gerente del Tortoni, Roberto Fanego, lo lamenta: "Es que ya no es lo mismo. Entre la inseguridad, los ruidos, el smog y el tráfico, tomar un café en la vereda resulta estresante", explicó.

Fanego, que trabaja en el Tortoni hace más de 50 años, es el encargado de promover los festejos por el aniversario. El viernes recibió a la Asociación Amigos de la Avenida La Plara para festejar los 100 años del club San Lorenzo. En mayo presentarán en la Feria del Libro la obra de Mariana Vicat. A lo largo del año entregarán, a diferentes personalidades, una pieza escultórica especialmente diseñada por el maestro Antonio Pujía. Y en octubre organizarán un festejo junto al célebre café Gijón de Madrid, que cumple 120 años.

Como en un museo, los turistas mirán con curiosidad las fotos en las paredes, la mayoría en blanco y negro y también una buena cantidad de daguerrotipos. El Café que tiene hasta su propia Asociación de Amigos se merecía también un tango. Y lo escribió Héctor Negro, musicalizado por Eladia Blázquez. Dice:
"Se me hace que escucho la voz de Carlitos/
desde esta "Bodega" que vuelve a vivir./
Que están Baldomero y aquel infinito/
fervor de "La Peña", llegando hasta aquí.
Tortoni de ahora, tan joven y antiguo,/
con algo de templo, de posta y de bar./
Azul recalada, si el fuego es el mismo,/
Quién dijo que acaso no sirve soñar."

Fuente: Silvia Gomez del Diario Clarin


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