La antigua sede de la Biblioteca Nacional se encuentra en la calle México 564 en el barrio de Monserrat.
Con fachada de carácter académico, se inauguró el 27 de diciembre de 1901, en un acto que encabezó el presidente Julio A. Roca. La obra estuvo a cargo del arquitecto italiano Carlos Morra, quien un año después le introdujo modificaciones.
El terreno fiscal elegido ostentaba antecedentes curiosos. Durante la Colonia se alzaba allí una casa de compraventa de esclavos, luego se derribó para hacer del terreno un cementerio y, durante un período breve, se establecieron algunos locales en los que se ejercía la prostitución.
Iba a ser sede de la Lotería Nacional de Beneficencia, pero finalmente el Presidente Julio Argentino Roca lo cedió a la Biblioteca Nacional. Esta decisión la tomó debido a los inconvenientes que presentaba la precaria casona en la que funcionaba el reservorio bibliográfico, en Moreno y Perú (desapareció al hacerse la autopista), constantemente denunciados por Paul Groussac, que estuvo durante 44 años, hasta su muerte, en 1929, al frente de aquélla. Además del importante cambio, Groussac contó con una habitación privada, de modo que el flamante edificio le sirvió también de vivienda. Aún se conserva su escritorio.
Si impresiona la imponente fachada, mayor es el efecto que causa el interior, por las dimensiones de sus ámbitos y galerías repartidos en tres pisos, además de la planta baja, en la que resaltan sus columnas y arcadas, un falso pórtico a modo de templo de estilo corintio, y un sótano y en donde -según los planos- existió un jardín. El extraño pasado del lugar y el majestuoso y laberíntico aspecto del singular inmueble concebido por Morra (monumento histórico nacional desde 2004) habrían inspirado algunos textos del más célebre de sus directores, Jorge Luis Borges.
Borges ocupó el cargo de Director de la Biblioteca Nacional entre 1955 y 1973. Al asumir, ya había perdido la vista, circunstancia que lo llevó a escribir su famoso Poema de los dones, cuya primera estrofa reza: "Nadie rebaje a lágrima o reproche/ esta declaración de la maestría/ de Dios, que con magnífica ironía/ me dio a la vez los libros y la noche"
De la biblioteca, que en 1992 empezó a ser trasladada a la estructura de la calle Agüero, queda como testimonio la gran sala de lectura (ahora sala Williams), con sus cariátides, una hermosa cúpula y las viejas estanterías sobre las que se lee la especificación de las variadas materias que cada una contenía: filosofía, ciencias, literatura y enciclopedias. En el notable ámbito ahora se ofrecen conciertos y recitales de música coral.
Como símbolos del primer destino proyectado, aquel nunca concretado de administración de la lotería, una decena de bolilleros de bronce jalonan la baranda de la escalera que lleva al primer piso.
Fuente: La Nacion
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La bellezaq del edificio que albergara a la antigua Biblioteca Nacional, impacta. Esta ciudad era una maravilla para la Amèrica atrasada de 1900. Por algo nos llegaron a denominar "la Paris de Amèrica". Si bien los estilos no eran de signo colonial o americano, ya que esos estilos no eran bien vistos en la època en que Europa regìa el gusto mundial, Buenos Aires se lucìa ante el mundo por su buen gusto, la riqueza de sus edificios y de las familias que los construyeron. Desgraciadamente hoy, a Presidentes como Julio A. Roca se los llama "genocidas", como si el haber eliminado en guerra a un indiaje salvaje, taimado y ladròn hubiera sido pecado... Una pequeña y minoritaria horda de imbèciles que nunca faltan, enchastran monumentos de aquel gran militar y Presidente con palabras insultantes, tan ridículas como sus ideologìas fracasadas. Le debemos a Roca, a Alvear, a los hombres del Conservadurismo argentino, las bellezas, las obras, las construcciones que hicieron de Argentina una Naciòn envidiada en Amèrica. Despuès, vino lo Nacional y Popular...
ResponderEliminarNo encuentro edificios ni obras actuales que encierren tanta belleza.
Excelente trabajo, Andrès.
DP