Su vida comienza allá por 1930, cuando la empresa alemana Siemens decide emplazarlos en el décimo piso de su imponente edificio de la Avenida de Mayo 869.
Luego vino la segunda guerra mundial y con ella la expropiación de todos los bienes pertenecientes a las empresas alemanas. Siemens se quedó sin edificio y los gigantes sin casa.
Rápidamente el gobierno concedió el ingenio de relojería de casi tres toneladas de peso a la CGT, y ésta decidió emplazarlo sobre el Diario Democracia sito por aquel entonces en la calle Bouchard 722.
Luego de la caída de Perón vivieron sus horas más oscuras. El conjunto cayó en el abandono, el saqueo, la depredación y el vandalismo
En el año 1988 Siemens ofreció hacerse cargo de la reparación del muy deteriorado mecanismo. Tras la autorización correspondiente decide mantener el aspecto exterior de la obra, reemplazando si el delicado mecanismo de relojería por un ingenio menos frágil y más preciso: un sistema electrónico comandado por computadora gobernaría a partir de ese instante el movimiento lento de sus agujas.
Finalmente en mayo de 1992 los gigantes vuelven a mudarse hasta su actual emplazamiento. La empresa Siemens nuevamente los luce orgullosa exponiéndolos en la cúspide del edificio que ocupa desde 1958 en la esquina de la Diagonal Sur y Bolivar.
Grandes grúas fueron necesarias para izar a los colosos de cuatro metros de altura. Su cuerpo constituido por gruesas chapas de cobre habían tomado el típico tinte verdoso al ser expuestos durante años al aire húmedo de Buenos Aires.
Poco faltaba para que el enorme reloj moviera nuevamente sus agujas parsimoniosas, ordenándoles a los autómatas golpear con lenta determinación su magnífica campana, esa que alguna vez la firma Bellini e Hijos había fabricado en la provincia de Santa Fé.
Finalmente el día llegó: el 21 de mayo de 1992, con la misma pompa con que se entroniza a un soberano y ante la atenta mirada del Presidente de la República los colosos de Siemens fueron formalmente situados en su nueva morada. La banda del regimiento de Patricios ponía mientras tanto su cuota de brillo y esplendor a una noche de fiesta y de reencuentro. Nuestro patrimonio e historia estaban por esta vez a salvo.
Fuente: barriada.com.ar
Fotografía obtenida con una cámara Canon G11
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