Buenos Aires posee un patrimonio arquitectónico desconcertante y sugestivo. Las múltiples fuentes de inspiración y la tendencia local a la reelaboración consolidaron en los dos últimos siglos una herencia artística vasta y ecléctica. Este blog pretende mostrar a través de fotografías algunos de esos detalles que suelen escaparse a quien camina sin mirar por donde pasa.

domingo, 7 de agosto de 2011

Bar Carlitos


En el año 1908, Don Manuel García inaugura en la esquina de Carlos Calvo y Saavedra, en el barrio de San Cristóbal, el Bar “Carlitos”, que debe su denominación a la manifiesta admiración de su dueño por Carlos Gardel. El mismo nació como almacén y despacho de bebidas, como lo acredita la antigua chapa enlozada que lo identifica.

El lugar ofició de proveedor con libreta negra de hule, en tiempos de conventillos sin supermercados a la vista. La memoria nostálgica de los parroquianos rescata a famosos habitúes del lugar, como por ejemplo a Ada Falcón, que solía hacer compras en el antiguo almacén. A Enrique Muiño, vecino de la calle Carlos Calvo y Pichincha, quien pasaba a diario a beber su cafecito en el lugar. Nombran orgullosos a Razzano, guitarrista de Gardel, quien vivía en un conventillo de Carlos Calvo 2540 y era frecuente encontrarlo entre las mesas del bar. Recuerdan a Roberto Ray, cantor de la orquesta de Osvaldo Fresedo, quien allá por el año 1945 vivía en la intersección de las calles Estados Unidos y Jujuy. Hablan de los hermanos Puccio, guitarristas de Hugo del Carril, quienes eran clientes y solían tocar la guitarra en rueda de amigos. De Atilio Stampone, cuando cursaba la primaria en la Escuela “Chorroarín” y pasaba por allí a comprar golosinas. Rememoran que, por aquellos años, eran asiduos concurrentes, los integrantes del dúo cómico Buono-Striano, el apellido de Rafael era Bueno y vivía enfrente, recuerdan.

El Bar “Carlitos”, a punto de cumplir sus primeros cien años de vida, permanece original, y entre sus valiosos objetos antiguos podemos destacar una vitrola que aún resiste, un Wincofon, viejos tarros de lechero y un cartel de 1892 que expresa textualmente: “Por orden del comisario se prohíbe entrar armado y con sombrero al despacho de bebidas”. El letrero rememora una época donde las discusiones las ganaba aquel que quedaba en pie.

El último estaño de San Cristóbal, como se lo conoce, fue reconocido el 11 de noviembre de 2004 por el Museo de la Ciudad, como “TESTIMONIO VIVO DE LA MEMORIA CIUDADANA”, por conservar el carácter original de un tradicional café y despacho de bebidas de principios del siglo XX.


Fuente: nuevociclo.com

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